UN ARTÍCULO DE RAFAEL RODRIGO NAVARRO
Como explicó George
Orwell (1903-1950) el lenguaje,
una de las facultades humanas más básicas, puede ser convertido en un instrumento de poder y de dominación
de primer orden.
En un artículo aparecido en el diario El País
del día 17 de noviembre de 2016
titulado Posverdad, la palabra del año, y
firmado por Rubén Amón, aparece
cómo, puesto que los medios de
comunicación ya están al servicio del
poder, éste trata de manipular
los contenidos del lenguaje. Confundir la mente del ser humano de
manera constante parece
ser la condición sine qua non para permanecer en poder ,
pues así se socaba toda resistencia de quien ocupa el plano de la subordinación.
En él leíamos que cada año el Oxford Dictionary acuña
una palabra nueva que en
principio debería servir para mejorar
nuestra comprensión de la realidad y la convivencialidad humana. Pero surgen
algunas preguntas que es necesario
contestar: ¿Es esto realmente
así?, ¿Cuál es la relación existente entre las
autoridades académicas de la lengua, en este caso inglesa, y el poder político?
Si empezamos por la segunda pregunta, tenemos, para
responder, tres posibles escenarios.
Primero, que, ante la
acuñación de un nuevo vocablo , desde
instancias de poder se trate
de darle un significado
nuevo, diferente , concreto, distinto al que ha tenido hasta ese
momento, que es el criterio que sigue la Academia de la
Lengua en general para recogerlo en su
diccionario. Se trata evidentemente de
un significado que aproveche a sus fines de dominación y que con la ayuda de su
todopoderosa fuerza
mediática, se generalice lo más
posible de manera que anule otros posibles significados que les sean
contrarios.
En segundo lugar, que
la Academia reconozca un vocablo, puede ser un neologismo, cuyo significado ya ha sido atribuido desde el poder con el objetivo de influir sobre la conducta
humana. En este caso, la Academia,
consciente o inconscientemente, sirve
a sus
designios y dota a éste de un concepto más,
idóneo para ser utilizado por la
propaganda, el adoctrinamiento y para la
manipulación mental.
La tercera respuesta
consiste en reconocer que la
propia Academia de la Lengua se pueda prestar al juego
del poder y se haya
convertido en uno instrumento más de los muchos que éste dispone. En
este caso, como describe
Goerges Orwel en su obra más
conocida “1984”, el lenguaje
puede ser manipulado, en profundidad, de tal manera
que la libertad del ser humano parece casi irremediablemente perdida.
Deseo pensar que este
último escenario de dominación todavía no se ha dado en su totalidad, si bien no es fácil saber
hasta qué punto está afectada la
humanidad en su conjunto; pero sí sabemos
que de producirse,
estaríamos frente a un tipo de totalitarismo, fascismo, de nuevo cuño ante el que no sabemos siquiera
cómo reaccionar, a pesar de las
espeluznantes experiencias vividas
en el pasado
remoto y recientemente, que nos deben hacer reflexionar.
La razón fundamental por la que creo que todavía no se ha dado esta
situación con carácter global es la existencia , junto a una
paralela degradación constante de los seres humanos, de sujetos autónomos capaces de
resistir, por el momento. Al fin
y al cabo, el poder y
su forma jerárquica y militarizada, por mucho que en su intento de dominación
trate de abarcar a toda la humanidad, no es sino una forma concreta, y sólo una,
de las muchas posibles, que pueden conformar al sujeto colectivo.
En cualquier caso,
las palabras han ido
variando sus significados a lo
largo de la historia a causa de los
intereses e influencia de las élites gobernantes y por
ello es necesario volver en muchos casos a sus
significados prístinos, originales.
Resulta trágico constatar cómo han
desaparecido, casi sin dejar rastro, descripciones de
vivencias del pasado mucho más
acordes con lo humano que la mayoría de
las que
están teniendo lugar en el presente.
Lo primero que hay que hacer notar, es que existe un designio, no sólo un enfoque
práctico, de que el inglés sea la
lengua universal por excelencia.
El hecho de que se intente hacer circular un vocablo inglés desde las
instancias influyentes y programas de máxima audiencia como son los acontecimientos deportivos, musicales, etc., y de manera especial los telediarios, precisamente las que más deberían defender y cuidar la lengua propia, nos lleva a pensar que el verdadero objetivo no es el deseo
práctico de contar con una lengua
universal para la comunicación y el comercio sino que la
intención va más allá ( no son las oligarquías mandantes precisamente “un hermano bondadoso” que pretenda
nuestro bien , sino más bien
“ un gran hermano” que trata de controlar a la sociedad en
su provecho ). No ha de sorprendernos, por tanto, que la lengua de comunicación obligada de las
Juntas del Alto Estado Mayor de casi todos los países del mundo sea el
inglés.
Estamos ante algo fundamental para el mando unificado y el control de la subjetividad humana.
Estamos ante algo fundamental para el mando unificado y el control de la subjetividad humana.
Un ejemplo, de
libro, sobre la utilización del inglés
como instrumento de una ideología para la dominación ( existen numerosos ejemplos del pasado
de cambios de significados
en el griego o el latín cuando
el judaísmo y el
al cristianismo devinieron religiones de estado ) es en la actualidad la manipulación del concepto de “género” (
“gender” en inglés) que está llenando de confusión,
miseria y dolor a la sociedad
humana en lo que atañe a la violencia
familiar y otros, ante lo que han protestado tímidamente algunos
miembros de la Real Academia
Española de la Lengua. Hay que tener en
cuenta que ni siquiera en inglés, no digamos ya en castellano, este
vocablo tiene el significado que se ha generalizado por medio de
campañas conscientemente
diseñadas. Basta, para advertirlo,
con tener en cuenta las acciones
“ sugeridas” desde instancias
internacionales y convertidas en
protocolos servilmente ejecutados
que obligan a dar noticias de género
diarias en los programas de
máxima audiencia como son los
telediarios y dedicar al tema cientos de
horas mensuales en emisiones preparada s
con dicho objetivo. Es evidente que si obligaran a hacer lo propio en lo que respecta a cualquier otro aspecto
de la realidad, la percepción que tendríamos de esa realidad sería
errónea, que es precisamente lo que
está ocurriendo con los enfoques
sobre la violencia hacia la mujer, la homosexualidad, el
racismo, etc.
Pero lo más grave consiste en proporcionar a espectadores y oyentes
esta clase de información sin haber aclarado qué significa el concepto
en cuestión (en este caso
“gender”). ¿Cómo se puede afirmar
que “ género” , en contra de la
coherencia más fundamental exigida al lenguaje,
es una acción unilateral, sólo posible
desde el sexo masculino sobre el
femenino ¿ Tan poco valor le damos a la lógica?
Es evidente que en
este juego entre
significantes y
significados, es más eficaz ,a la hora de manipular las
mentes, recurrir a otras lenguas de
las que el receptor desconoce los significados
atribuidos a las palabras y a
los que se les puede hacer
significar cualquier arbitrariedad. Si
consultamos el diccionario de
la Real Academia Española de la Lengua
observaremos que los distintos significados de la palabra género tienen siempre un carácter global,
nunca particular cómo lo es afirmar
que “ sólo los hombres pueden cometer violencia de género” . Estamos pues
ante una violencia clara y evidente ejercida sobre el sentido común
desde el poder.
Y tras estas breves reflexiones, centrémonos ahora en el
vocablo postverdad que
desde hace un tiempo empieza a
ser ampliamente utilizado
en los medios de comunicación.
Dice el autor del artículo antes
citado que se trata de : “ un
híbrido bastante ambiguo cuyo significado
denota circunstancias en que los
hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los
llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
La palabra “
posverdad” no está recogida todavía
en el Diccionario de la RAE, y
viene a significar una descripción o formulación de las relaciones
humanas en la que las emociones tienen un carácter preponderante ( algo que es
evidente y sabemos desde siempre, que, por otro lado, no tendría mayor importancia si no se deseara
manipular ) . Sin embargo en su
utilización en los medios, como cuando se califica la
actuación de Donald Trump de
“posverdad” , se está confundiendo (¿ inadvertida o conscientemente?) a las emociones con las creencias personales.
Esta confusión nos
incapacita para entender lo que está
pasando y nos hace
perder el tiempo en discusiones
bizantinas e interpretaciones espurias
que desvían nuestra atención de lo realmente importante. Lo afectivo y lo sentimental son
elementos esenciales en la convivencia y en la sociabilidad, por eso
tienden a ser ninguneados o manipulados concienzudamente, desde el poder. Con la manipulación del significado que se está dando al neologismo
“posverdad”, se trata de desviar la atención del conflicto interno existente en este momento entre
las oligarquías mandantes a causa
de estrategias de dominación
divergentes, lo que evidentemente conlleva consecuencias a las que no
desean que tengamos acceso.
En el uso de este vocablo
se insiste en la prevalencia de lo “ objetivo” frente a lo “ subjetivo” descalificando , si es necesario, lo emocional,
algo que ya hizo
la ilustración y que tuvo su reacción más visceral en el romanticismo. Evidentemente para quien así razona, la “objetividad
“la posee siempre quien detenta la fuerza , por
ello durante el siglo XVIII se tuvo la desfachatez de decir que lo
correcto es “gobernar en nombre del pueblo pero sin el pueblo”.
La realidad es que lo
racional es tan manipulable o más que lo
emocional. Se trata pues de falsas apelaciones
a una u otra facultad humana
tratando de ganarse a la masa de posibles seguidores, descalificando a la ideología de aquella oligarquía que se considera “díscola” o enfrentada. Se
pretende descalificar el discurso
opuesto, en este caso de Trump e
ideologías afines, creando y
desprestigiando al mismo tiempo la
palabra “posverdad “ ( significante), como si los componentes
emocionales, de la creencia y la superstición se pudieran separar de la verdad
concreta y necesariamente parcial
humana, para a continuación afirmar que se equivoca quien se deja llevar tales emociones. Se
define lo puro, una entelequia, para proyectar y atribuir al oponente la impureza de su ser y de su actuar. Con otras palabras, se le acusa
de superstición mediante una utilización mágica de la
palabra.
Dice Rubén Amón : “La definición ( de posverdad) es una manera de describir el contratiempo y hasta la conmoción que han supuesto el Brexit
o la victoria de Donald Trump. Dos “posverdades” en la medida en que una y otra noticia han
sobrepasado cualquier expectativa ortodoxa o racional”.
No es nuestro
propósito analizar lo acertado o no
del artículo que nos ocupa ( el periodista parece ser
consciente del intento de manipulación de
este nuevo concepto recogido
recientemente por el diccionario en los países de habla inglesa), sino
tratar de comprender el alcance
de la manipulación del lenguaje.
De hecho el autor del artículo añade
que el vocablo “posverdad” adquiere , con una definición que trata de
situarse entre la verdad revelada y la
verdad sentida, tintes orwelianos:” La verdad, por tanto, puede ser una mentira
asumida como verdad o incluso una mentira asumida como mentira, pero reforzada
como creencia o como hecho compartido en una sociedad”.
Y continúa : “Fue Eric Alterman, quien revistió la idea
(posverdad) de un valor político,
tomando como ejemplo la manipulación que habría ejercido la Administración Bush
a raíz del trauma del 11-S, precisamente porque una sociedad en situación de
psicosis iba a resultar mucho más sensible y fértil a la inoculación de “posverdades”.
Más aún cuando se trataba de restringir libertades o de emprender iniciativas
militares, empezando por la “posverdad” de las armas de destrucción masiva”. Y añade: “ La diferencia, ahora, consiste en que el Diccionario de Oxford no sitúa la “posverdad
“ como un arma a disposición de la clase política dominante, sino como un
poderosísimo y descontrolado recurso de los súbditos. Trump y el Brexit serían
expresiones inequívocas de rebelión al sentido común”.
En un artículo aparecido en periódico digital El diario.es, titulado “Por qué lo llaman "posverdad" cuando quieren decir
"mentira" , el periodista
Javier Gallego dice : “"Posverdad" es la nueva palabra de moda
para definir la propaganda y la manipulación populistas. Pero el término cae en
lo que denuncia. Oculta la realidad tanto como quienes la pervierten. Lo
contrario de la verdad no es la “posverdad”, es la mentira”.
Estamos pues ante una
realidad recurrente : la sutileza
en la manipulación del lenguaje
con fines partidistas, en una sociedad dividida por
bandos oligárquicos enfrentados entre sí, en la práctica una paz armada o una
guerra declarada según los casos, que no
hace sino enfrentar al resto de los seres humanos.
Sin embargo, lo significativo
es considerar que las personas nos
regimos indistintamente por la razón y por las emociones, tanto
cuando asumimos roles de poder y dominación como cuando lo hacemos
como subordinados.
Esto a su vez indica que
todo está -como diría Heráclito-
en cambio permanente. En cualquier momento puede desbaratarse un plan preconcebido de
manera engañosa, como es el caso
de la sociedad actual, diseñada por una oligarquía mandante, extremadamente
jerárquica aunque trate de disimularlo, lo que nos recuerda la manera de
proceder de las sociedades del crimen la
extorsión, es decir de la “ mafia”.
Sólo mediante una
utilización correcta de lenguaje, con el objetivo de transmitir la verdad y los sentimientos positivos que nos unen a otras personas, en
un marco convivencial nuevo, puede el
ser humano actual dejar de ser lo que es,
un ser que oscila entre ser
dominador o dominado, según sea
su capacidad o su incapacidad para adaptarse de una u otra manera, a una
sociedad jerarquizada, desigual, injusta y violenta.
Un ser que puede
llegar a ser igualmente mezquino, pertenezca a la élite mandante o a la masa subordinada de
personas carentes de reflexión y
sin conciencia, que aman en lo
esencial sus cadenas.
Sólo en el marco de una cooperación verdadera la que
incluye compartir, no para acumular dinero y
poder con el que medrar en la
jerarquía social ( que es a lo que se llama cooperación y colaboración en la
sociedad capitalista) sino para
hacer posible una
revolución integral de la persona
y la sociedad en la horizontalidad, puede el ser humano trascender la dicotomía
en la que se ve preso por la modernidad en esencia jerárquica que sólo le permite dominar y ser dominado.
Rafael Rodrigo Navarro
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