EJÉRCITO Y POLÍTICAS DE GÉNERO

  
Cabe preguntarse si tan ingente intervención política y económica  internacional desde organismos tales como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, el Pentágono, fundaciones de corporaciones financieras y gobiernos de los Estados más poderosos del mundo a favor de las mujeres responde realmente a un objetivo de progreso, liberación y  protección de la mujer contra cualquier tipo  violencia o responde a otro propósito.

La sola formulación de este tipo de duda sabemos que provoca indignación en  aquellos sectores que se consideran poseedores de la “verdad políticamente correcta”.

Sin embargo hay fundadas razones para pensar que el objetivo principal de las llamadas políticas de género no es la liberación de la mujer sino precisamente todo lo contrario: el control de la misma en un intento más de seguir adelante con el contradictorio e irracional proceso de la  progresiva militarización y  dominio de la sociedad civil siguiendo las pautas de desarrollo del estado moderno.

La igualdad de género  pretendida como razón de estado  para la milicia, nada tiene que ver con la igualdad  buscada en la sociedad civil por la simple razón de que las relaciones entre  hombres y mujeres en la naturaleza y en la sociedad civil tienden a ser amorosas, es decir, no jerárquicas. Por el contrario en el ejército la  posible colaboración entre varones y mujeres se transforma en una rivalidad sobre quien detenta el poder en cada nivel de la escala jerárquica. 

Mientras el modelo de relaciones sexuales entre hombres y mujeres en  la  sociedad tradicional  o en la  sociedad civil no se opone a la maternidad  ni a la homosexualidad,  en las políticas de género   la maternidad  y la heterosexualidad se convierten en un problema e incluso son perseguidas con leyes como la actual Ley Orgánica  Integral contra la Violencia de Genero (LOIVG) , como ya adivinara Orwell en el devenir  de una  sociedad totalitaria.

Mientras la matrística (1)  nos habla de una sociedad de iguales, hombres y mujeres, cuyas relaciones complementarias hacen posible el erotismo amoroso, la maternidad y la paternidad con sus funciones complementarias, de tal manera que la procreación resulte gratificante y por ende realmente humana; para la sociedad moderna, dominada casi en su totalidad por el estado, hace de la maternidad y la paternidad  toda una carrera de obstáculos, casi un accidente.

Si ya  en el pasado, cuando los ejércitos ofensivos eran  predominantemente  masculinos,  el militarismo propio de los imperios que se han sucedido, ahogó a  las sociedades igualitarias y  destruyó la  matrística, es de esperar que el modelo  de un ejército  mixto de hombres y mujeres se convierta en un instrumento incluso más eficaz en esta destrucción.

Pero hay más. Las sociedades igualitarias  nos muestran también que la producción de bienes no tiene por qué estar  necesariamente dirigida, como se nos hace creer, por una oligarquía financiera y militarista  que deviene poderosa en extremo y que obviamente  reorienta todo exclusivamente hacia sus intereses.  Cuando el grupo social  permanece igualitario,  no se  enajena el control  social, es posible un tipo de producción de bienes suficientes para  el  grupo que por estar  el individuo sometido a límites, evita tomar más allá de lo que precisa para su supervivencia de manera que no destruye  la naturaleza

Por el  contrario en la ideología de género, la  búsqueda de igualdad entre los seres humanos se reduce exclusivamente a los sexos y nada dice a cerca del resto de desigualdades. Tampoco se quieren considerar los aspectos globales de la violencia que sería los que realmente llevaría a una solución del problema. Una vez más se pretende tomar la parte por el todo. (2)

Cuando los marines norteamericanos volvieron del Vietnam hubo una ola de violencia contra la mujer en EEUU que duró varios años. La organización actual del estado moderno no parece beneficiar precisamente a la mujer, aunque tampoco al hombre. Es presumible que la repatriación de los contingentes militares, ahora mixtos, utilizados en las modernas guerras ofensivas hagan todavía más penosa la vuelta a casa.

Así pues la supuesta lucha por la igualdad, desde la perspectiva de género, no hacen sino evidenciar una serie de contradicciones  que posiblemente los diseñadores del  “nuevo orden mundial“  no han previsto.  Mientras que en una sociedad desigual, la militarización del hombre llevó al dominio y al maltrato de la mujer, la militarización de la mujer en una sociedad desigual  puede   tomar un doble camino: el dominio y el maltrato del  sexo masculino o , llana y simplemente, la inoperancia de los ejércitos. Lo cual para  quienes aspiraran a  la desaparición del estado moderno sería una buena noticia.

En realidad el debate que  se soslaya en los medios de comunicación, es  si  la convivencia entre los seres humanos es  posible en una sociedad  sin estado. Es decir  si puede existir de manera viable una sociedad  organizada sobre lo colectivo, sobre el bien común,  donde la propiedad privada  tenga un papel  relativo, donde el  comercio e intercambio de bienes sea responsable, donde la libertad de conciencia sea respetada  y donde no haya cabida para el dominio de las oligarquías. Las políticas de género  aparecen, entre otras cosas, como lo que son: una cortina de humo más para mantener al ser humano en la desorientación propia de una sociedad desigual. Por otro lado, se muestran como un instrumento eficaz para el control de la natalidad según los criterios de las oligarquías financieras: reducción del número de mujeres orientadas a la maternidad e inmigración masiva de unas zonas  a otras, según necesidad concreta de mano de obra asalariada.

Pero los seres humanos habremos de decidir, antes o después, entre dos modelos antagónicos de sociedad y por tanto de relaciones humanas, incluidas las sexuales: un modelo basado en la igualdad real (económica, política y social) que tendría  anexa  la vivencia amorosa y  otro modelo basado en la propiedad privada incontrolada, desigual acumulación de bienes, extrema desde el punto de vista jerárquico,  en realidad dictatorial, fundamentada en la  rivalidad y  consecuentemente en la desconfianza y el odio.

Una sociedad como la actual, con su sometimiento del individuo y su despersonalización, ahoga la verdadera  experiencia amorosa.

En cualquier caso, quienes  plantean, como se hace desde la perspectiva de género, que los problemas de la humanidad  están relacionados  de manera fundamental con el sexo y no  con las injustas y sangrantes diferencias individuales y sociales, mienten.

Los ejércitos permanentes y ofensivos son causas y consecuencia a la vez de la desigualdad y gracias a un eficaz marketing mucha la gente  cree que son necesarios para el bienestar humano.
Consecuentemente el modelo de relaciones entre hombres y mujeres,  propio de las  ideologías de género,  seguirán imponiéndose a la sociedad civil.

Sin embargo pretender igualdades parciales es un autoengaño. Sólo un modelo de atención integral en que se tenga en cuenta a la persona en el trato dado a lo social, puede mejorar  las relaciones humanas y hacerlas amorosas. Por el contrario el tipo de  relaciones entre sexos que se promueven desde la jerarquía, es decir desde el poder actual,  no son amorosas sino de sometimiento. Precisamente lo que se dice combatir con leyes tales como la LOIVG.

Podemos concluir diciendo que  las políticas de género son políticas orientadas a organizar la sociedad  civil según un  modelo  jerárquico propio de  lo  militar que es a su vez  es el modelo seguido en  la permanente organización de Estado.

Para conseguir la supuesta igualdad entre hombres y mujeres en una estructura jerárquica hay que  sacar del concepto precisamente  aquello que iguala a las personas, es decir el amor.  Así pues la experiencia amorosa, principalmente heterosexual pero también homosexual, se convierte en  conflicto para la estructura jerárquica militar.

La maternidad-paternidad amorosa que por definición tiende a la igualdad entre los progenitores permanecerá así en conflicto mientras las sociedades  no vuelvan de nuevo a  desarrollarse sobre un esquema de igualdad económica real.

Ha sido  la decisión de reclutar a la mujer para la milicia permanente y   llamar a ello “igualdad de género” lo que  ha dejado en evidencia  las contradicciones propias del estado moderno exasperado por la evolución de la sociedad capitalista que necesita también de la mujer para el desarrollo económico planteado y como sujeto activo para una posible guerra global.

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